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PRIMERA MISIÓN
Poco podía imaginar el noble Gawain sobre su destino, hacía apenas unos pocos días, cuando acababa de ser nombrado caballero de la Tabla Redonda. Siempre había supuesto que sus obligaciones militares le llevarían a participar en multitudinarias batallas, cabalgando al lado de su señor, o combatir a algún temible dragón, en defensa de las fronteras del reino. Pero lo que nunca había supuesto, ni en lo más profundo de sus sueños más salvajes, era que su primera misión le llevaría a recorrer Albion en solitario, con el único objetivo de acabar con la vida de la bruja Morgana, hermana del propio rey de Camelot. Hacia ya mucho tiempo que las sospechas sobre los misteriosos acontecimientos ocurridos en los últimos meses recaían sobre Morgana, pero no pudieron confirmarse hasta que se produjo la horrenda muerte del sacerdote de Camelot, que llevaba el sello inconfundible de la hechicera.
Sin embargo era bastante improbable que Morgana accediese por voluntad propia a someterse a un interrogatorio, así que la primera tarea de Gawain consistía en encontrar a Merlín y pedirle ayuda para convencer a Morgana.
El problema era que todo el mundo en Camelot conocía donde estaban los habitáculos de Merlín (una torre al lado del establo) pero nadie sabia como entrar. La torre estaba abierta, aunque ninguna puerta daba a las habitaciones interiores. Puesto que Merlín era un renombrado mago, era muy posible que la entrada estuviera oculta por algún tipo de magia. Explorando concienzudamente las paredes, descubrió una antorcha que abría un oscuro pasadizo, al que no podía entrar por falta de luz, y un tapiz con forma de caballito de mar, en el que un sospechoso agujero se camuflaba en uno de sus ojos. Con ayuda de la espada activó el mecanismo que dejaba al descubierto una entrada secreta. De esta manera alcanzó la escalera que llevaba a los aposentos de Merlín. Tras un pequeño interrogatorio, el mago accedió a entregarle un pergamino encantado que obligaría a Morgana a presentarse ante el Rey. La única condición era que sólo podía tocarlo Morgana en persona, bajo peligro de muerte. El siguiente paso lógico, por tanto , era localizar los aposentos de Morgana. No le fue demasiado difícil, ya que estaban en una torre cerca de la muralla principal, pero el guardia no le permitía entrar en los salones hasta que no apaciguase su sed con una pinta de cerveza.
Gracias a Wilf, Gawain descubrió que el herrero era el único que poseía algo de esta bebida, aunque no estaba dispuesto a prestarle su jarra. No le quedó más remedio que explorar las estancias reales en busca de un recipiente para la cerveza. Fue así como encontró una cuchara y un cubo en el establo, una lámpara en la sala del trono, y una vela en la sala de los banquetes, que encendió en la chimenea. Después la introdujo en la lámpara vacía, obteniendo una fuente de luz, que sirvió para entrar en el pasadizo de la torre de Merlín. Entre las frías estancias de aquella cueva, obtuvo un cáliz de oro, un cuchillo y una calavera con los ojos adornados por sendos rubíes.
Su periplo por la fortaleza le había llenado los bolsillos de inútiles objetos, pero aun no había localizado la indispensable jarra. Puesto que las celebraciones y borracheras eran algo común entre caballeros, no le costo trabajo encontrar una bajo la mesa de reunión.
La cosa estaba hecha: Llenó la jarra en la herrería y se la entregó al soldado, que le dejó pasar inmediatamente.
 Sir Gawain avanzó 
      por las inquietantes salas que le llevaban hacia los aposentos de Morgana. 
      Burbujeantes calderos repletos de extraños líquidos hirviendo, 
      sombras invisibles que pueblan los rincones más apartados, y la figura 
      altiva del mismísimo Rey Arturo esperando al final del pasillo, fue 
      todo lo que alcanzó a encontrar. El caballero estuvo a punto de obedecer 
      las ordenes de su señor, y cuando ya iba a entregarle el pergamino, 
      para que el Rey en persona se lo entregase a su hermana, recordó 
      las ordenes de Merlín y la magia poderosa de Morgana, llegando a 
      la conclusión de que aquella imagen se trataba de una ilusión. 
      Sorteando a la extraña figura, continuo andando, pero aun tenia que 
      sortear al gigantesco monstruo que custodiaba la puerta  que daba acceso 
      a los aposentos de Morgana. Necesitaba algún tipo de protección 
      para enfrentarse a él, así que corrió a la herrería 
      y le pidió al herrero que le entregase el casco que estaba terminando 
      de modelar. El herrero no estaba dispuesto a hacerlo, al menos gratis, así 
      que tuvo que entregarle los dos rubíes de la calavera, que extrajo 
      con ayuda de uno de sus objetos.
Sir Gawain avanzó 
      por las inquietantes salas que le llevaban hacia los aposentos de Morgana. 
      Burbujeantes calderos repletos de extraños líquidos hirviendo, 
      sombras invisibles que pueblan los rincones más apartados, y la figura 
      altiva del mismísimo Rey Arturo esperando al final del pasillo, fue 
      todo lo que alcanzó a encontrar. El caballero estuvo a punto de obedecer 
      las ordenes de su señor, y cuando ya iba a entregarle el pergamino, 
      para que el Rey en persona se lo entregase a su hermana, recordó 
      las ordenes de Merlín y la magia poderosa de Morgana, llegando a 
      la conclusión de que aquella imagen se trataba de una ilusión. 
      Sorteando a la extraña figura, continuo andando, pero aun tenia que 
      sortear al gigantesco monstruo que custodiaba la puerta  que daba acceso 
      a los aposentos de Morgana. Necesitaba algún tipo de protección 
      para enfrentarse a él, así que corrió a la herrería 
      y le pidió al herrero que le entregase el casco que estaba terminando 
      de modelar. El herrero no estaba dispuesto a hacerlo, al menos gratis, así 
      que tuvo que entregarle los dos rubíes de la calavera, que extrajo 
      con ayuda de uno de sus objetos. Con el casco en la cabeza, pudo sortear al dragón, y llegar ante la presencia de la hechicera. Al mencionar que el pergamino era de Merlín, Morgana decidió aceptarlo, quedando atrapada por el hechizo y obligandola a presentarse ante el Rey Arturo.
EL AGUA DE LA VIDA 
        El interrogatorio fue corto pero contundente. Morgana acabó 
        confesando sus crímenes, así que fue desterrada a Lyonese, 
        tras acabar con la vida de un guardia y convertir en piedra a otro. Los 
        meses fueron pasando, en los que la ira de la bruja pareció apaciguarse. 
        Como muestra de buena voluntad, una esclava llegó a Camelot con 
        un regalo para el Rey Arturo, de parte de su "querida " hermanastra. Se 
        trataba de una hermosa capa de viaje, que Merlín obligo a probarse 
        a la muchacha que hacia de mensajera, lo que a punto estuvo de ocasionar 
        su muerte. Habían conseguido desbaratar otra de las artimañas 
        de Morgana. En la posterior reunión de consejo con el mago, para 
        analizar los últimos acontecimientos, el Rey decide asesinar a 
        Morgana, como única manera de detenerla. Sir Gawain es de nuevo 
        elegido para llevar a cabo tan "noble misión". Para poder acercarse 
        a Morgana, Merlín estaba dispuesto a fabricarle un anillo mágico 
        de protección, pero antes había que encontrar los tres ingredientes 
        necesarios para su fabricación. 
        El agua de la fuente de Ginebra era uno de ellos. Por desgracia el 
        manantial se encontraba cerrado a cal y canto, por lo que sólo 
        podía abrirse con sangre de dragón, que Gawain encontró 
        en la habitación de Morgana. Tras recuperar la jarra del guardia, 
        se dirigió al bosque , y siguiendo el camino, llegó a la 
        mencionada fuente. Rompió el sello con la sangre y siguió 
        los escalones, hasta alcanzar la superficie del agua. Pero un terrorífico 
        esqueleto surgió de la nada, obligando al noble caballero a desenfundar 
        su espada y batirse en espectacular combate. Tras acabar con él, 
        llenó la jarra con agua, recogió un gigantesco cuerno que 
        había cerca, y corrió a entregársela a Merlín. 
      
FUERA DEL CASCARÓN 
        En una muestra de generosidad, el mago permitió que Gawain descansara 
        durante un día, para después encomendarle la búsqueda 
        del segundo ingrediente: La cáscara del huevo de un dragón. 
        Eso si le aconsejó que no le hiciese daño, ya que estos 
        nobles animales estaban a punto de extinguirse. 
        De nuevo en el bosque, el caballero localizó la cueva donde 
        se encontraba el monstruo. El enorme Tryceratops no permitía que 
        nadie se acercase por allí, así que Sir Gawain tuvo que 
        imitar su llamada para poder entrar. Ya en el interior de la cueva, localizó 
        el nido, pero antes tenía que liberar la cáscara sin dañar 
        a la cría. Con mucha delicadeza, recogió un poco de arena 
        incandescente con el casco, y la derramó encima del huevo. Ante 
        el exceso de calor, éste se rompió, liberando a la cría 
        y permitiendo al caballero obtener la cáscara de huevo. 
      
EN BUSCA DE SETAS 
         Ya sólo 
        necesitaba un poco de oro de los duendes, y el anillo estaría terminado. 
        Una vez más , en el bosque se encontraba la solución. Localizó 
        un círculo de setas mágicas y se introdujo en él 
        con una seta roja en su poder, invocando a los duendes. Tras comportarse 
        de la manera más cortes posible, Gawain consiguió el ansiado 
        oro a cambio de un objeto que les había sido robado a los duendes 
        y que casualmente llevaba entre sus pertenencias. Con todos los ingredientes 
        en su poder, Merlín fabricó el anillo que protegería 
        a Gawain. Helie, la criada portadora de la capa, fue destinada a acompañar 
        al caballero, ya que sólo ella conocía el camino a Lyonesse. 
        Wilf, el escudero, le entregó un poco de pan para reponer fuerzas.
Ya sólo 
        necesitaba un poco de oro de los duendes, y el anillo estaría terminado. 
        Una vez más , en el bosque se encontraba la solución. Localizó 
        un círculo de setas mágicas y se introdujo en él 
        con una seta roja en su poder, invocando a los duendes. Tras comportarse 
        de la manera más cortes posible, Gawain consiguió el ansiado 
        oro a cambio de un objeto que les había sido robado a los duendes 
        y que casualmente llevaba entre sus pertenencias. Con todos los ingredientes 
        en su poder, Merlín fabricó el anillo que protegería 
        a Gawain. Helie, la criada portadora de la capa, fue destinada a acompañar 
        al caballero, ya que sólo ella conocía el camino a Lyonesse. 
        Wilf, el escudero, le entregó un poco de pan para reponer fuerzas. 
      
EL MONASTERIO 
         Sin embargo, 
        la pobre Helie no pudo resistir el duro viaje durante mucho tiempo. A 
        los pocos días cayó enferma, y sólo la magia de un 
        curador podía salvarla. Sin posibilidad de regresar a Camelot con 
        la muchacha, Gawain pidió ayuda a una bruja que residía 
        por los alrededores. Tras mencionar de nuevo el nombre de Merlín, 
        la bruja se ofreció si localizaba su mortero mágico, que 
        había prestado al mago. De regreso a Camelot, Merlín reconoció 
        el préstamo, pero también confesó que se lo había 
        dejado a la reina Ginebra. Con el mortero en su poder, corrió de 
        vuelta a la casa de la bruja, pero ésta le pidió  algunas 
        semillas de amapola para preparar la cataplasma.
Sin embargo, 
        la pobre Helie no pudo resistir el duro viaje durante mucho tiempo. A 
        los pocos días cayó enferma, y sólo la magia de un 
        curador podía salvarla. Sin posibilidad de regresar a Camelot con 
        la muchacha, Gawain pidió ayuda a una bruja que residía 
        por los alrededores. Tras mencionar de nuevo el nombre de Merlín, 
        la bruja se ofreció si localizaba su mortero mágico, que 
        había prestado al mago. De regreso a Camelot, Merlín reconoció 
        el préstamo, pero también confesó que se lo había 
        dejado a la reina Ginebra. Con el mortero en su poder, corrió de 
        vuelta a la casa de la bruja, pero ésta le pidió  algunas 
        semillas de amapola para preparar la cataplasma. 
        Por más que buscó en todos los parajes, no las encontró, 
        hasta que el bueno de Wilf le descubrió que las llevaba consigo: 
        el pan estaba hecho con semillas de amapola. Gracias al cuchillo , consiguió 
        extraer algunas de ellas, entregándoselas a la bruja Demdike, que 
        le instó a buscar un panal de miel como último ingrediente 
        para curarla. 
        El único lugar donde producían este delicioso manjar 
        era en el monasterio de Tintagel. Uno de los monjes que allí había 
        le comunicó que el padre Antonio era el encargado de recoger la 
        miel. Este se encontraba en las afueras del monasterio, rodeado de colmenas. 
        Sin embargo, la única forma de acercarse a ellas era inundándolas 
        con humo, para adormecer a las abejas. Tras registrar el templo, el caballero 
        encontró un fuelle y6 un poco de paja. Mojó esta última 
        en la fuente y la encendió con la vela, obteniendo así el 
        instrumento para hacerse con el ansiado panel de miel. Helie estaba curada. 
      
HACIA LYONESSE 
        De regreso a Tintagel, que se encontraba en el camino del país 
        de la hechicera, la situación no podía ser mas desastrosa. 
        El padre Antonio había sido asesinado por Morgana, que apareció 
        de súbito acabando también con la vida de Helie. Sólo 
        el anillo de protección pudo salvar la vida del noble Gawain. Tras 
        estos desafortunados  incidentes, el caballero se vio obligado a 
        buscar el camino hacia Lyonesse por su propia cuenta y riesgo. Ya en el 
        puerto , encontró una extraña vasija varada en medio de 
        la arena, y una cueva donde se escondía un contrabandista que podía 
        llevarle hasta Lyonesse , al otro lado del mar. No obstante, era necesario 
        que Gawain le entregase un jarro de hidromiel, que fabricaban los monjes 
        para exportación. 
        Estos se negaron a facilitarle tan preciada bebida, pues no querían 
        que cayese en manos de un contrabandista, pero nuestro héroe consiguió 
        cambiársela  por la vasija, que contenía algunos ingredientes 
        para fabricar incienso. 
        Así llego a Lyonesse, donde estaba ahora, amenazado por una 
        gigantesca serpiente fruto del más diabólico hechizo de 
        Morgana. 
      
UN LARGO CAMINO 
         El corazón 
        de Gawain bullía de excitación mientras el asqueroso reptil 
        se arrastraba hacia su víctima. Pero no basta una simple serpiente 
        de 20 metros para acabar con un caballero de la tabla redonda. Armado 
        con su fiel espada, Sir Gawain consiguió cortarle la cabeza a la 
        bestia. De este modo, pudo superar el acantilado trepando por la piel 
        rugosa de la serpiente. Ya en la cima, la cortó el cascabel para 
        servir de testigo de su hazaña, y se adentró en un tenebroso 
        bosque. Allí encontró otro anillo de los duendes, a los 
        que convocó de la manera habitual. Estos le pidieron una prueba 
        de que la serpiente estaba muerta, y un poco de oro de los duendes, reencarnado 
        en el anillo , para descubrirle el camino hacia el castillo de Morgana.
 El corazón 
        de Gawain bullía de excitación mientras el asqueroso reptil 
        se arrastraba hacia su víctima. Pero no basta una simple serpiente 
        de 20 metros para acabar con un caballero de la tabla redonda. Armado 
        con su fiel espada, Sir Gawain consiguió cortarle la cabeza a la 
        bestia. De este modo, pudo superar el acantilado trepando por la piel 
        rugosa de la serpiente. Ya en la cima, la cortó el cascabel para 
        servir de testigo de su hazaña, y se adentró en un tenebroso 
        bosque. Allí encontró otro anillo de los duendes, a los 
        que convocó de la manera habitual. Estos le pidieron una prueba 
        de que la serpiente estaba muerta, y un poco de oro de los duendes, reencarnado 
        en el anillo , para descubrirle el camino hacia el castillo de Morgana. 
        
        Después de tantas aventuras para encontrar los ingredientes 
        de creación del anillo, ahora debía deshacerse del él, 
        quedándose sin protección frente a la bruja. Como no le 
        quedaba otra elección, se lo entregó a los duendes, y estos 
        le enfilaron hacia el camino de plata, el único que llevaba al 
        castillo embrujado. Fue así como Gawain se adentró en el 
        bosque. Siguió el sendero, y llego hasta una luz que se abría 
        en el techo de ramas, alcanzando una abertura  que llevaba hasta 
        varios caminos sembrados de calaveras. Siguió el que no tenía 
        ninguna, y llegó hasta un puente de madera que cruzaba un insondable 
        abismo, pero pronto descubrió que uno de los postes estaba carcomido, 
        por lo que no tardaría en doblarse bajo su peso. 
        La única solución consistía en reforzarlo. Arrancó 
        una lanza de la entrada del camino y regresó al puente, donde hizo 
        un agujero con el cuerno en el poste desgastado, introduciendo después 
        la pica metálica. Así pudo cruzar el puente sin peligro, 
        y llegar hasta las puertas del castillo de Morgana. 
        La entrada se abría como unas fauces de piedra, pero un cerrojo 
        le impedía continuar. Por fortuna estaba algo oxidado, así 
        que no le costó un excesivo esfuerzo abrirlo con ayuda de un trozo 
        de roca volcánica que había por los alrededores. 
      
EL GUARDIÁN 
        Nunca el final de su aventura había estado tan cerca, y a la 
        vez tan lejos. Porque tras la puerta que custodiaba la fortaleza , no 
        le estaba esperando la malvada Morgana, sino un temible esqueleto armado, 
        esbirro del gran Ragnar, el vampiro guardián de la bruja. El joven 
        caballero luchó valientemente, pero le fue imposible escapar del 
        demonio. Sólo respondiendo a su interrogatorio de la forma menos 
        provocativa posible , pudo salvar la vida, al menos momentáneamente. 
        Un nuevo interrogatorio por parte de Morgana, y una nueva sentencia de 
        muerte, fue todo lo que alcanzó a conseguir. 
         El vampiro 
        lanzó a Sir Gawain al fondo del abismo, perdiéndose en la 
        negrura de aquel pozo sin fondo. Creyéndolo muerto, Morgana se 
        marchó a preparar su dulce venganza, pero el caballero había 
        salvado milagrosamente la vida agarrándose en un borde de la pared 
        vertical.
El vampiro 
        lanzó a Sir Gawain al fondo del abismo, perdiéndose en la 
        negrura de aquel pozo sin fondo. Creyéndolo muerto, Morgana se 
        marchó a preparar su dulce venganza, pero el caballero había 
        salvado milagrosamente la vida agarrándose en un borde de la pared 
        vertical. 
        Siguiendo el camino del lago subterráneo, Gawain consiguió 
        escalar todo el desfiladero, hasta llegar a una puerta cerrada. Por suerte, 
        pudo superarla lubricando una llave que encontró por allí 
        cerca, con un poco de sebo. Así pudo escalar la fuente y llegar 
        al lugar donde reposaba su espada. Pero, ¿qué extraño? 
        ¡Estaba totalmente clavada en el suelo! Sin duda, se trataba de 
        un hechizo provocado por los entrometidos duendes. 
        Estos le pidieron otros dos nuevos objetos para recuperar el arma: 
        Una urna de jade para guardar el alma de Morgana, y uno de los cabellos 
        de la bruja. 
        De esta manera, completamente desarmado, el valiente Gawain se adentró 
        en las estancias que habían sido excavadas en la roca del volcán, 
        lugar de reposo de la hechicera. Teniendo mucho cuidado de no encontrarse 
        con Ragnar, Gawain encontró un pelo en el cepillo de Morgana, en 
        sus aposentos privados , detrás de la sala del trono. También 
        encontró la urna  dentro de otra urna formada de huesos, que 
        pudo abrir con ayuda de una petrificada. 
        Por desgracia los duendes le informaron que se trataba de un pelo de 
        Ragnar, así que tuvo que reemprender la búsqueda. El verdadero 
        se encontraba en los establos. 
        De esa forma, por fin pudo recuperar su espada, pero todavía 
        necesitaba el cortaúñas de la hechicera, para preparar el 
        hechizo que la atraparía en la urna de jade. 
        Antes, sin embargo, Sir Gawain tenía una cuenta pendiente que 
        resolver. Ahora que ya poseía su preciada espada, se dirigió 
        a las mazmorras y acabó con la vida del vampiro Ragnar. Al rededor 
        del cuello le colgaba una cadena con una cajita que contenía lo 
        que buscaba. 
        ¡El hechizo estaba totalmente completo! surtió efecto 
        justo en el momento oportuno, atrapando a Morgana, que ya nunca más 
        abandonaría aquellas paredes de cristal... ¡a menos que Ragnar 
        la llegue a liberar! 
      
¡EL VAMPIRO VIVE! 
        En efecto, como inocentemente acaba de descubrir Sir Gawain, una simple 
        espada no puede acabar con la vida de un muerto viviente. Si no encontraba 
        otra forma de derrotarlo, Ragnar liberaría a Morgana de la urna 
        donde estaba encerrada. Desesperado, recorrió las mazmorras en 
        busca del arma definitiva, que encontró en forma de agua bendita 
        dentro de un esqueleto. 
        Lo que sigue a continuación no merece la pena ni ser contado, 
        pues ya ha sido  ensalzado y narrado innumerables veces en los cantares 
        y poemas de todas las épocas históricas. 
        Sir Gawain regresó a Camelot, y fue aclamado por su rey y por 
        su pueblo. 
        Desde entonces ocupó un lugar prominente entre los caballeros 
        de la Tabla Redonda, entrando a formar parte de la leyenda. 
        Una leyenda que no había hecho  nada más que empezar... 
        
      
 
		  